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¿Qué hago en Instagram?

By noviembre 4, 2021 No Comments

Por Ulises Mendicutty.

 

Hay muchas formas de ver y utilizar Instagram, sin embargo quiero centrarme en la herramienta que significa para los creativos, artistas e ilustradores: una ventana hacia nuestro trabajo y por lo tanto exposición en búsqueda de nuevos proyectos. Sin darle muchas vueltas en búsqueda de dinero, pues es el objetivo último de cualquier profesión, generar un ingreso de aquello que sabemos hacer.

 

No estoy en contra de Instagram como tal, al contrario, me parece una herramienta maravillosa, sobre todo si pienso en el mundo antes de que existiera. Sin duda alguna representa un paradigma y hoy en día es una forma de ver la realidad, de aprender, de conectar, de conocer. A mí, lo que sinceramente no me gusta es que nos digan qué es lo que tenemos que hacer y que traten de uniformarnos, limitando nuestra acción a la decisión de estar o no. La premisa de la orden es clara: nadie te pidió entrar, eres libre de irte cuando quieras.

 

En un principio había que postear fotos y hacerlo seguido para poder formar parte de “esto”, después vinieron los stories, los videos y ahora los reels. Todo ha ido cambiando y nosotros vamos bailando la coreografía que nos ponen y claro, al final se mantiene el que es bueno para el baile, pero y quien no tiene ritmo? Que es de aquellos a los que no les gusta bailar?

 

Ultimamente hablamos del algoritmo como un ente sin vida propia programado por un grupo de robots que, sin pensar, le dicen a una maquina lo que tiene que hacer, pero creo que estamos muy equivocados. No es que el algoritmo no encuentre tu publicación por una serie de errores en la misma, es que tu contenido no le importa. Es que quizás usaste un color que el algoritmo en ese momento no quiere destacar, es que quizás tienes muchas publicaciones iguales, es que instagram te quiere ver la cara, no tus dibujos, es que no haces reels, es que tus stories son solo imágenes compartidas de otros perfiles.

 

Y esto se vuelve un territorio Foucaultiano. VIGILAR Y CASTIGAR dictan las escrituras. Cito:

“Se trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos. Procedimiento, pues, para conocer, para dominar y para utilizar. La disciplina organiza un espacio analítico”

Meme robado del Instagram del ilustrador y amigo Alex Lechuga. 

El algoritmo vigila y castiga. Y aunque intentemos darnos consuelo y pensar en que juega en nuestra contra la realidad es que el mensaje simbólico de las acciones es aún más profundo, en el nombre llevan la penitencia. Al recibir pocos likes podríamos decir que el algoritmo no está mostrando nuestro contenido, pero la palabra like (gustar) se te mete en la cabeza y te dice, pocos likes igual a no gusta. Lo que hago no gusta es el mensaje. Poca gente ve mi contenido por qué Instagram considera que no es interesante. Y si no es así? Y si en realidad lo que yo comparto no lo quiere ver nadie por que no se apega a las tendencias? La realidad es que hay un molde y existe toda una maquina que nos obliga a entrar en él utilizando un aparato construido en torno a la autoestima.

 

En esta búsqueda de likes y seguidores he entendido (y leído) algunas cosas que Instagram quiere, que forman parte de la coreografía.

 

  • Poner imagenes todos los días. Muy diversas entre sí, si hay caras mejor.

  • Poner stories siempre. Si enseñas tu vida más privada mejor.

  • Hacer algunos reels a la semana, si hablas en ellos tendrán más vistas.

  • Que interactúes. Comentarios largos, reacciones a muchos stories, likes.

  • Que no tengas muchas fotos en tu feed. Si se nota que llevas mucho tiempo en instagram el algoritmo dará prioridad a las cuentas recién creadas.

 

Una serie de estrategias técnicas que son una imposición, que se oponen a los principios básicos de la creatividad, que lo único que quieren es forzar la maquina. Y es que hasta para utilizar una aplicación hay que tener una mentalidad “de tiburón”, hay que ser lo bastante avispado para saber qué es lo que quiere el algoritmo y tener las ganas de cambiar lo que estas haciendo para darle gusto al mismo. Pero no todos somos así y entonces no se premia el talento, se premia el uniforme. No se premia la creatividad, se premia la paciencia y la estrategia. Yo que te voy a enseñar en mis stories? Que no tenia tiempo para comer y me hice un arroz hervido con atún? Que me desperté tarde? Que por la noche vi una serie? A mí no me regalan cosas para poder hacer stories, tampoco me la paso viajando a lugares espectaculares. Lo que yo pienso es que mi vida no es instagrameable, el mensaje es que mi vida no es interesante.

 

Me pongo a pensar en lo que viene, en el meta mundo del que tanto se habla. Como nos han metido a todos en el mismo saco. No hay lugar para los tímidos, no hay espacio para quien quiere mantener un perfil bajo, la creación libre no cabe en ningún lado. Todo se acaba mañana, todo forma parte de una moda pasajera y entre las patas de ese toro va la ilustración. Que son aquellos dibujantes que fluyen con el algoritmo? Los que modifican su contenido en busca de los likes.

 

Quiero que quede claro que no invito al abandono, a la huelga de Instagram, a la huelga de likes o de stories. Yo quiero que pensemos si es Instagram el lugar adecuado para nosotros los ilustradores, es decir, quieres llegar a más personas con tus dibujos por que quieres encontrar posibles clientes? O en realidad lo que quieres es ser reconocido y famoso? Instagram quiere ilustraciones? Y si el algoritmo no muestra tu contenido cuál es el objetivo de seguir en la aplicación como ilustrador?

 

Para finalizar les comparto una carta publicada por El País escrita por Carolina Vázquez.

 

“Mi hija quiere ser segundo violín. No primero ni solista, ella lo que quiere es tocar tranquila en un segundo plano, porque eso le hace feliz. Pero el mundo está hecho para los que quieren ser famosos, para los que sueñan con ser los primeros. En el colegio se premia a los que levantan la mano, los que exhiben sus logros y se sienten cómodos siendo el centro de atención. En la universidad se premia a los que dan su opinión, a los que no se mueren de angustia ante la posibilidad de exponerse en público. Y en lo que respecta al mercado laboral, se premia a los que alzan su voz por encima de los que hablan bajito, aunque aquellos no digan nada nuevo. Para ese mundo, convertirse en segundo violín de una orquesta no es lo que una niña debería querer ser de mayor. Pero el problema no es de ella, sino de ese mundo. Porque la maravilla de una sinfonía sólo es posible gracias a los que sueñan con ser segundos violines. Ese mundo está mal y no lo sabe. Aún.”